Cuando vi este vídeo por primera vez, tengo que reconocer que me emocionó y me saco más de una lágrima. Pues tengo una tía abuela que hace unos tres años vive en una casa de reposo. Falleció su esposo, con quien llevaba casi 60 de matrimonio y además, tuvo que abandonar su casa, donde vivía ya hace más de 50 años.
Cuando la visité, hace menos de un año en Buenos Aires, lo único que deseaba con todo su corazón era ser escuchada, pasar un rato conversando, compartir un momento de amistad.
En la parroquia donde vivo, acompaño de cerca una pastoral hermosa y difícil: la del duelo. Donde hay personas que sufren por el fallecimiento de algún ser querido. La honda experiencia de vacío que deja esta pérdida en el corazón cuando la persona a quien tanto amamos ya no está, genera una soledad tan grande, que cuesta muchísimo poder enfrentar la situación.
El dolor de su ausencia es muy grande y la soledad puede carcomer interiormente a la persona, que sin quererlo, se va marchitando poco a poco.