Descubrió que la noche de Navidad de 1914, en el frente noroccidental, en las trincheras de Flandes, al sur de Ypres, en Bélgica, los soldados alemanes, franceses e ingleses se pusieron de acuerdo para hacer una tregua. El cesar el fuego no fue ordenado por los comandos de las dos formaciones, sino que fue una iniciativa de los soldados rasos.
Franceses, ingleses y alemanes salieron al descubierto y se encontraron en tierra de nadie. Se hablaron, se estrecharon la mano, se abrazaron, enterraron a sus caídos. Se celebró una misa y una función fúnebre. Los enemigos que un momento antes se disparaban para matar, fumaron y cantaron juntos, se intercambiaron felicitaciones y regalos, piezas de vestuario y botones de las divisas, alimentos, tabaco, fotografías de las esposas, hijos y amigos, recuerdos del tiempo de paz.
«Al principio sólo hay uno que canturrea Stille Nacht, Heilige Nacht. La canción del nacimiento de Jesús resuena leve y se dispersa lentamente en el paisaje espectral de Flandes. Pero, poco después, ese canto se difunde como una ola, de un refugio a otro, y desde toda la línea oscura de las trincheras resonó Schlaf in himmlischer Ruh. En la otra parte del frente, a cien metros de distancia, en el emplazamiento inglés, todo permanece tranquilo. Pero los soldados alemanes están en vena y canción tras canción dan vida a un concierto de miles de voces humanas, de todas partes. Hasta que, después de Es ist ein Ros entsprungen, se quedan sin aliento.