Y es que justamente la Navidad, es un tiempo propicio para celebrar en familia la presencia de Dios en medio de la humanidad y en medio de nuestras vidas. Y como celebración que es, también es tiempo de regalos. ¿Regalos? Sí… los del árbol, pero sobretodo los que tenemos a la mano todos los días. Es un tiempo especial para detenerse, respirar, y pensar en todos los regalos que Dios mismo nos da. Miremos nuestras vidas: familia, amigos, bienes espirituales, bienes materiales, el mismo don de la fe, un bello paisaje, la creación toda, en fin. Nuestra propia vida, es en sí un regalo de Dios, con un único e inmerecido destinatario: cada uno de nosotros. Dios nos regala en todo momento, y desde siempre.
Y es que justamente la Navidad, es un tiempo propicio para celebrar en familia la presencia de Dios en medio de la humanidad y en medio de nuestras vidas. Y como celebración que es, también es tiempo de regalos. ¿Regalos? Sí… los del árbol, pero sobretodo los que tenemos a la mano todos los días. Es un tiempo especial para detenerse, respirar, y pensar en todos los regalos que Dios mismo nos da. Miremos nuestras vidas: familia, amigos, bienes espirituales, bienes materiales, el mismo don de la fe, un bello paisaje, la creación toda, en fin. Nuestra propia vida, es en sí un regalo de Dios, con un único e inmerecido destinatario: cada uno de nosotros. Dios nos regala en todo momento, y desde siempre.